martes, 22 de marzo de 2016

¡EL PODER DE DIOS EN NOSOTROS LOS CREYENTES! -La Liberación y Sanación con la Imposición de manos-


Por su Pasión, Cristo ha vencido a todos sus enemigos, y ha dado a la iglesia el participar de este poder dominador. La Iglesia tiene conciencia del poder y del odio del adversario infernal. Ella conoce también su propio poder sobre el demonio: “Las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella”, dijo Nuestro Señor (Mt 16,18). ¿No decía también a los setenta y dos discípulos: “Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño”? (Lc 10,19)


Pero cada cristiano es miembro de Cristo y participa de este poder; como bautizado y confirmado, él tiene parte en el sacerdocio real de Cristo. En esta calidad y según la medida de su unión a Cristo por la Fe y por la Caridad, él no escapa de los influjos del maligno, al menos parcialmente, sino que está también habilitado a combatir, a hacer retroceder su imperio; él es mediador de su derrota.


El poder predominante de Cristo sobre los demonios es sin límites e infalible, pero no se puede decir que la Iglesia participa de él incondicionalmente y en plenitud. En efecto, su poder, que es infalible en la administración del Sacramento de Penitencia o de Reconciliación, no es un automático y mágico en las oraciones del exorcismo. En este campo, la Iglesia influye en el demonio en virtud de un poder moral que le viene de su vínculo místico con Cristo.


Como miembro del Cuerpo místico de Cristo y de la Iglesia, todo creyente tiene poder y la autoridad sobre los demonios por el Nombre de Jesús. Las condiciones fundamentales es creer en las promesas de Cristo que ha dicho muy claramente: “A los que crean, les acompañarán estas señales: expulsarán demonios en mi nombre” (Mc 16,17-18). Esta promesa de Cristo no incluye ninguna ambigüedad; en la fe es preciso recibirla tal como está presentada y ponerla en práctica.


(Mc 16,17-18): “17 Estas señales acompañarán a los que crean: en mi Nombre echarán demonios y hablarán nuevas lenguas; 18 tomarán con sus manos serpientes y, si beben algún veneno, no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán sanos.»


La imposición de manos es uno de los métodos de curación y sanación más antiguos, conocidos y populares. La imposición de manos es la manera más común de recibir el don divino de la sanación; también es parte fundamental de la denominada sanación o curación espiritual. Fue, uno de los métodos para curar que Jesús y posteriormente los apóstoles y sus discípulos, utilizaron.


Este último pasaje del Nuevo Testamento, en el Evangelio de Marcos, es para nosotros muy importante y significativo. En él se hace referencia, con toda claridad, “a los que creen”. En otras palabras, esto significa que -todos los que son creyentes- pueden imponer las manos sobre otros, siempre y cuando se haga con la intención de sanar y por tanto, de ayudar al prójimo.


En Lucas 4,40 se nos informa de cómo Jesús usaba este método: “40 Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversos males se los llevaban a Jesús y él los sanaba imponiéndoles las manos a cada uno. 41 También salieron demonios de varias personas; ellos gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios», pero él los amenazaba y no les permitía decir que él era el Mesías, porque lo sabían.


También Jesús nos dijo:


(Jn 14,12):”12 En verdad les digo: El que crea en mí, hará las mismas obras que yo hago y, como ahora voy al Padre, las hará aún mayores.


(Jn 14,15): “15 Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos,


(Jn 14, 21): “21 El que guarda mis mandamientos después de recibirlos, ése es el que me ama. El que me ama a mí será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él.»


(Jn 14,23): “23 Jesús le respondió: «Si alguien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará. Entonces vendremos a él para poner nuestra morada en él.


Quien no ama no cree en Dios. Dios es amor y no se le debe tener miedo. Ciertamente Dios es amor infinito y nos creó para que amemos. Jesús enseña sobre los Mandamientos de Dios:

28 Entonces se adelantó un maestro de la Ley. Había escuchado la discusión, y se quedaba admirado de cómo Jesús les había contestado. Entonces le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?» 29 Jesús le contestó: «El primer mandamiento es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es un único Señor. 30 Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. 31 Y después viene este otro: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento más importante que éstos.»(Mc 12,28-31)


Los apóstoles aún con la autoridad impartida sobre ellos no pudieron expulsar un demonio fuera de un poseído, Jesús tuvo que hacer el exorcismo personalmente y luego les explicó a los apóstoles que algunos malos espíritus solo se pueden arrojar fuera a través de oración y ayuno.


(Mc 9,17-29): “17 Y uno del gentío le respondió: «Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu mudo. 18 En cualquier momento el espíritu se apodera de él, lo tira al suelo y el niño echa espuma por la boca, rechina los dientes y se queda rígido. Les pedí a tus discípulos que echaran ese espíritu, pero no pudieron.» 19 Les respondió: «¡Qué generación tan incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme al muchacho.» 20 Y se lo llevaron. Apenas vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al muchacho; cayó al suelo y se revolcaba echando espuma por la boca. 21 Entonces Jesús preguntó al padre: «¿Desde cuándo le pasa esto?» 22 Le contestó: «Desde niño. Y muchas veces el espíritu lo lanza al fuego y al agua para matarlo. Por eso, si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos.» 23 Jesús le dijo: «¿Por qué dices "si puedes"? Todo es posible para el que cree.» 24 Al instante el padre gritó: «Creo, ¡pero ayuda mi poca fe!» 25 Cuando Jesús vio que se amontonaba la gente, dijo al espíritu malo: «Espíritu sordo y mudo, yo te lo ordeno: sal del muchacho y no vuelvas a entrar en él.» 26 El espíritu malo gritó y sacudió violentamente al niño; después, dando un terrible chillido, se fue. El muchacho quedó como muerto, tanto que muchos decían que estaba muerto. 27 Pero Jesús lo tomó de la mano y le ayudó a levantarse, y el muchacho se puso de pie. 28 Ya dentro de casa, sus discípulos le preguntaron en privado: «¿Por qué no pudimos expulsar nosotros a ese espíritu?» 29 Y él les respondió: «Esta clase de demonios no puede echarse sino mediante la oración.»


La incredulidad es la duda, es la desconfianza, es la falta de fe en Dios.


Tener fe en Dios. (Mc 11,22-25): 22 Jesús respondió: «Tengan fe en Dios. 23 Yo les aseguro que el que diga a este cerro: ¡Levántate de ahí y arrójate al mar!, si no duda en su corazón y cree que sucederá como dice, se le concederá. 24 Por eso les digo: todo lo que pidan en la oración, crean que ya lo han recibido y lo obtendrán. 25 Y cuando se pongan de pie para orar, si tienen algo contra alguien, perdónenlo,” y en Hebreos 11, 1: “1 La fe es como aferrarse a lo que se espera, es la certeza de cosas que no se pueden ver.


En Hechos 19,13-17 algunos Judíos y los siete hijos de Esceva trataron de hacer exorcismos en el nombre de Jesús quien era predicado por Pablo el apóstol, pero para su desencanto, el hombre poseído se lanzó sobre ellos dándoles tal paliza que salieron corriendo desnudos y sangrando: 13 Incluso algunos judíos ambulantes que echaban demonios, trataron de invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: «Yo te ordeno en el nombre de ese Jesús a quien Pablo predica.» 14 Entre los que hacían esto estaban los hijos de un sacerdote judío, llamado Escevas. Un día entraron en una casa y se atrevieron a hacer eso, 15 pero el espíritu malo les contestó: «Conozco a Jesús y sé quién es Pablo; pero ustedes, ¿quiénes son?» 16 Y el hombre que tenía el espíritu malo se lanzó sobre ellos, los sujetó a ambos y los maltrató de tal manera que huyeron de la casa desnudos y malheridos. 17 La noticia llegó a todos los habitantes de Efeso, tanto judíos como griegos. Todos quedaron muy atemorizados, y el Nombre del Señor Jesús fue tenido en gran consideración.


Primero que todo vemos que exorcizar es un trabajo aun difícil para los mismos apóstoles autorizados por Jesús personalmente. En cuanto a aquellos que no son creyentes, tratar de darle órdenes a un espíritu maligno es un riesgo muy grande que puede causar que el espíritu tome posesión de ellos o de los que estén allí presentes, pues, Satanás no se somete a cualquier hombre como se evidencia en el relato.


De otra parte, la persona debe estar con Dios, lleno de Dios, es decir, estar fuera del pecado mortal, porque esto lo aleja de Él: “30 El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama.” (Mt 12,30)


Estar fuera del pecado mortal implica renunciar al mismo a través de la reconciliación: 9 Pero si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad. (1 Jn 1,9), de lo contrario cavamos un abismo de distancia: 2 Sino que sus maldades de ustedes han cavado un abismo entre ustedes y su Dios. Sus pecados han hecho que él vuelva su cara para no atenderlos. (Isaías 59,2)


Estar llenos de Dios, significa aceptar y recibir a Dios: (1 Co 6,19-20) “19 ¿No saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que han recibido de Dios y que está en ustedes? Ya no se pertenecen a sí mismos. 20 Ustedes han sido comprados a un precio muy alto; procuren, pues, que sus cuerpos sirvan a la gloria de Dios.


«15 ¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo?» (1 Co 6,15)


Así, pues, quién no está con Dios, está contra Dios y su cuerpo será templo de Satanás. Si esta persona impone las manos trasmite el espíritu impuro y sus consecuencias, pero si hace de su cuerpo templo del Espíritu Santo, trasmite e invade al prójimo de Espíritu Santo, porque el Reino de Dios ha llegado a nosotros, de ahí que Jesús dice: “impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán sanos.»” (Mc 16,17), pues es Dios quien actúa a través de nuestras manos y cuerpo.


¿Si una persona es templo de Satanás como podría expulsar demonios? Pues, no es posible, recordemos que Jesús advirtió: “26 Si Satanás expulsa a Satanás, está dividido; ¿cómo podrá mantenerse su reino? 27 Y si Beelzebú me ayuda a echar los demonios, ¿quién ayuda a la gente de ustedes cuando los echan? Ellos mismos les darán la respuesta. 28 Pero si el Espíritu de Dios es el que me permite echar a los demonios, entiendan que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.” (Mt 12,26-28)


Si Dios no quisiera respaldar las obras de la persona que cree en Él e impone las manos, no actuaría a través de ella. Porque el que libera es Dios a través de ese ser humano. Lo mismo vale para la sanación. Si un hombre, sea quien sea, cura a los enfermos, eso es signo de que Dios está con Él. Esto no significa que sea santo el instrumento humano, pero el hecho de que cure o libere implica que Dios quiere usarlo como instrumento. Ya que es Dios quien usa a quien quiere. Y en el momento en que quiera dejar de usarlo, no habrá más curaciones.


Ahora bien, pueden ustedes ver a una persona en pecado mortal e imponiendo manos con resultados asombrosos de aparente liberación y sanación, ese supuesto carisma es una manipulación de Satanás para suplantar y engañar a los asistentes y al mismo paciente: También San Pablo no dice: “12 Pero lo hago y lo seguiré haciendo, para quitar toda posibilidad a los que buscan cómo competir conmigo y pasar por iguales a mí. 13 En realidad, son falsos apóstoles, engañadores disfrazados de apóstoles de Cristo. 14 Y no hay que maravillarse, pues si Satanás se disfraza de ángel de luz, 15 no es mucho que sus servidores se disfracen también de servidores del bien. Pero su fin será el que se merecen sus obras.” (2ª Co 11,12-15)


En realidad no puede coexistir Dios y Satanás en el mismo cuerpo, pues, para Satanás y sus demonios ya no hubo lugar en el Cielo: “7 Entonces se desató una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón. Lucharon el dragón y sus ángeles, 8 pero no pudieron vencer, y ya no hubo lugar para ellos en el cielo.” (Ap 12,7-8)


¿Entonces quiénes no pueden imponer las manos?:


a)    Los idólatras no debe imponer manos, porque pueden contaminar.

b)   Los de manos débiles, estos representan a las personas que sus obras no son agradables delante de Dios (Job 4,3).

c)    Los de manos atadas, los que aun hacen obras mundanas porque sus manos no han sido desatadas.

d)    Los que tengan manos llenas de sangre, los que atacan al que no se puede defender, este ataque puede ser, hablar mal de él con otros para destruirlo. (Is 1,15): “15 Cuando rezan con las manos extendidas, aparto mis ojos para no verlos; aunque multipliquen sus plegarias, no las escucharé, porque veo la sangre en sus manos.”

e)    El negligente para la Obra, el que no trabaja con diligencia en la Obra de Dios. (Pr 6, 10-11): “10 Duermes un poco, después sueñas un momento, luego estiras los brazos cruzados...11 y de pronto te sorprende la pobreza como un vagabundo, la miseria cae sobre ti como un ladrón.

f)     El de manos sucias y corazón corrompido, que ha puesto su alma en cosas vanas y ha jurado con engaño.

g)    El que tenga pecado, el que no ha confesado algún pecado. (1 Juan 1,8-10): 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos estamos engañando a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9 Pero si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad. 10 Si dijéramos que no hemos pecado, sería como decir que él miente, y su palabra no estaría en nosotros.

h)    El de manos de ira y contienda, el que guarda ira contra un hermano y es contencioso. (1 Ti 2,8): “8 Quiero, pues, que en todo lugar donde los hombres estén orando levanten al cielo manos limpias de todo enojo y discusión.”


Algunas de estas personas pueden ser hermanos que andan mal con Dios o personas enviadas por el enemigo para atar, maldecir y contaminar a los Hijos de Dios, y que se introducen en las iglesias de forma encubierta. Por esta razón debemos de tener cuidado de quien nos impone manos.


De otra parte, San Pablo advierte a Timoteo a no imponer las manos con ligereza (1ª Ti 5,22): “22 No impongas a nadie las manos a la ligera, pues te harías cómplice de los pecados de otro;; se imponen las manos con ligereza cuando se hace apresuradamente y con motivos bajos un rito hueco y vacío, desprovisto de la realidad espiritual; es decir, en la mera presunción de la carne y sin la verdadera participación y dirección de la Cabeza, Cristo Jesús. Cuando motivos humanos e intereses particulares mueven a hacer ostentación ritual, pero sin haberse atendido a la voz del Espíritu, se está obrando con ligereza. ¿Estará acaso Dios obligado a respaldar lo que atrevidamente hacemos en la carne tomando con osadía y presunción Su propio nombre? Sin embargo, la Iglesia sí tiene Su nombre a disposición para obrar en el Espíritu con auténtica autoridad delegada, cuando se habla en íntima sujeción a la Cabeza celestial. Esa es la razón por la cual vemos a los apóstoles, también al presbiterio, orando antes de imponer las manos (Hch 6,6; 8,15-17; 13,3; 1 Ti 4,14). Durante la oración opera una relación íntima con la Cabeza celestial, por lo cual el Espíritu Santo puede revelar e impulsar a una auténtica imposición de manos, señalando así una auténtica transmisión espiritual efectuada, o una genuina ordenación efectuada y nacida desde el seno del Cristo glorificado que constituye.


Cuando Dios verdaderamente ordena o da, entonces entrega el carisma que es evidente de por sí. No es que el título meramente haga al ministerio, sino que el servicio prestado o ministerio, según el carisma provisto por Cristo directamente, tiene su propio nombre o título, que entonces, bajo la evidencia del Espíritu y bajo la dirección de la Cabeza celestial, es reconocido oficialmente en la conciencia de la Iglesia, que acata la autoridad de Cristo manifiesta en el carisma y con la cual se edifica –espiritualmente.


No sobra mencionar el hecho de que este asunto de los laicos haciendo oración de liberación aparece en el evangelio. Un hombre hacía exorcismos y los Apóstoles se lo prohibieron. Y el Maestro les dijo: no se lo prohíban.


(Mc 9,38-40): “38 Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que hacía uso de tu nombre para expulsar demonios, y hemos tratado de impedírselo porque no anda con nosotros.» 39 Jesús contestó: «No se lo prohíban, ya que nadie puede hacer un milagro en mi nombre y luego hablar mal de mí. 40 El que no está contra nosotros está con nosotros.»


Sépalo, pues,  que Satanás trata de vengarse del exorcista y de los que han ayudado en un exorcismo o en una liberación demoniaca, haciendo alguna cosa para asustarlo y que no vuelva a prestar ese servicio. Pero del mismo modo que esto es cierto, también es cierto que el que ayuda en un exorcismo o en una liberación recibe un beneficio, pues todo el que ayuda al prójimo recibe una gracia.


El demonio ya trata de hacer todo el mal que puede. Si pudiera hacer más mal, lo haría. Si el sacerdote exorcista o el laico se reconcilia con Dios permanentemente, recibe a Cristo en la Santa Misa, hace oración todos los días (Santo Rosario, coronillas, novenas, etc.) y le pide a Dios que lo proteja contra toda asechanza del maligno, nada debe temer. El poder de Dios es infinito, el del demonio no.


De todas maneras San Pablo nos dice: “10 Por lo demás, fortalézcanse en el Señor con su energía y su fuerza. 11 Lleven con ustedes todas las armas de Dios, para que puedan resistir las maniobras del diablo. 12 Pues no nos estamos enfrentando a fuerzas humanas, sino a los poderes y autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras, los espíritus y fuerzas malas del mundo de arriba.” (Ef 6,10-12)


Y Jesús nos dijo: “17 Los setenta y dos discípulos volvieron muy contentos, diciendo: «Señor, hasta los demonios nos obedecen al invocar tu nombre.» 18 Jesús les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. 19 Miren que les he dado autoridad para pisotear serpientes y escorpiones y poder sobre toda fuerza enemiga: no habrá arma que les haga daño a ustedes. 20 Sin embargo, alégrense no porque los demonios se someten a ustedes, sino más bien porque sus nombres están escritos en los cielos.»” (Lc 10,17-20)


Para un cristiano temer al demonio está completamente injustificado, la fe en Dios rechaza todo temor.


Jesús dice en Mt 10,28: "28 No teman a los que sólo pueden matar el cuerpo, pero no el alma; teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno."

El temor del mundo llevó al siervo perezoso a esconder sus talentos (Mt 25,25). El temor de Dios mueve los discípulos a crecer en fe: "25 Después les dijo: «¿Dónde está su fe?» Los discípulos se habían asustado, pero ahora estaban fuera de sí y se decían el uno al otro: «¿Quién es éste? Manda a los vientos y a las olas, y le obedecen.»" (Lucas 8,25)

En conclusión, los exorcismos o las liberaciones demoniacas se dan exitosamente si el sanador tiene fe en Dios, está lleno de Dios, no tiene miedo de Satanás y su actuación lo hace por amor a Dios y al prójimo. Si el poseso o influenciado por el demonio cambia de una vida en pecado a una vida de relación con Dios, recibirá la misericordia y será sanado.

·         La imposición de manos tiene como propósito glorificar a Dios.

·         Es para todo aquel que crea y se deje guiar por el Espíritu Santo.

·         Imponer las manos es parte de la ministración al pueblo de Dios donde pueden suceder milagros, sanidades, liberaciones, etc.

·         Son las personas autorizadas por el Espíritu Santo y por nuestras autoridades las delegadas para imponer las manos.





¡Shalom Aleichem!

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