Respetado lector:

Esta es la sagrada Eucaristía para nosotros los católicos:

Jua 6:53-56 Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. (54) El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. (55) Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. (56) El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.


jueves, 3 de noviembre de 2011

AUTORIDAD PARA HACER EXORCISMO Y LA IMPOSICION DE MANOS



Jesús dio autoridad a los apóstoles, discípulos y creyentes según vemos en el Nuevo Testamento. Esta autoridad fue recibida primero por los Apóstoles y discípulos directamente de Cristo. Después del descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles en forma de lenguas de fuego, la autoridad fue pasada a los nuevos creyentes a través de la palabra y de la imposición de manos por aquellos que tenían el Espíritu Santo.


Apóstoles. Mateo 10:8 Jesús envió a los doce apóstoles a predicar la Buena Nueva que el Reino de los cielos está muy cerca, les comisionó para que sanaran a los enfermos, curaran leprosos, resucitaran muertos y expulsaran espíritus malignos.


Discípulos. Lucas 10:17 Los setenta y dos discípulos regresaron al Señor comentándole como habían expulsado malos espíritus en su Nombre.


Creyentes. Marcos 16:17 Estos signos acompañarán a los creyentes, en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas extrañas, podrán recoger serpientes y si beben su veneno no les hará daño, impondrán sus manos sobre los enfermos quienes se recuperarán.


Los creyentes mencionados en Marcos 16:17, quienes abarcan las categorías de fieles, discípulos y apóstoles de Cristo, compartían algo en común en la Iglesia primitiva, el fuego del Espíritu Santo estaba en ellos y los signos que les acompañaban eran la profecía, la sanación de los enfermos, el hablar en lenguas extrañas, el discernimiento, la fe en el Nombre de Jesús, el don de arrojar fuera espíritus malignos, el don de predicar la palabra de Dios, etc.


Estos signos aún continúan en nuestro propio tiempo, su manifestación es notable en el movimiento carismático. Sin embargo, la Iglesia ha prohibido el uso de exorcismos o de dar órdenes al enemigo en el nombre de Dios.


Debido a esta restricción impuesta por la jerarquía de la Iglesia a los creyentes que desean liberarse o hacer oraciones en contra de Satanás, la única solución que nos permite actuar, permaneciendo fieles a la fe Católica, es la oración de liberación que podemos hacer todos los fieles.




Marcos 9:17-29 Los apóstoles aún con la autoridad impartida sobre ellos no pudieron expulsar un demonio fuera de un poseído, Jesús tuvo que hacer el exorcismo personalmente y luego les explicó a los apóstoles que algunos malos espíritus solo se pueden arrojar fuera a través de oración y ayuno.


Hechos 19:13–17 Algunos Judíos y los siete hijos de Esceva trataron de hacer exorcismos en el nombre de Jesús quien era predicado por Pablo el apóstol, pero para su desencanto, el hombre poseído se lanzó sobre ellos dándoles tal paliza que salieron corriendo desnudos y sangrando.


Primero que todo vemos que exorcizar es un trabajo aun difícil para los mismos apóstoles autorizados por Jesús personalmente. En cuanto a aquellos que no son creyentes, tratar de darle órdenes a un espíritu maligno es un riesgo muy grande que puede causar que el espíritu tome posesión de ellos o de los que estén allí presentes.


También podemos hacer uso de sacramentales tales como un crucifijo que tenga madera (no debe de ser solo plástico o metálico), agua bendita, sal bendita y aceite bendito.


La persona influenciada puede rezar estas oraciones aunque, es muy probable que el enemigo le distraiga y termine haciendo otra cosa. 


Es aconsejable ungir a la persona influenciada con aceite bendito durante la oración de liberación, especialmente cuando se empieza a pedir que el Señor expulse el enemigo. También se recomienda rociar agua bendita en el lugar y bendecirse también.


En las sesiones donde aparece el signo de la cruz, se debe pausar, se puede hacer la señal de la cruz, tanto personalmente como sobre la persona por quien se esté rezando.


Es aconsejable hacer copias de la oración para cada uno de los presentes, de esta manera hay más concentración, aunque solamente una persona debe de leer las oraciones en voz alta, pero todos deben de vivirlas en el corazón.


Se debe de leer muy despacio, como esperando obtener la respuesta a la oración después de cada frase.


Aquellos que han recibido el regalo de Lenguas, durante la oración de liberación deben hacer alabanza a Dios en lenguas, recordando las palabras de Jesús que en la Corte, o sea frente al acusador, el Espíritu hablará por nosotros, y nuestro Padre Celestial comandará al enemigo que salga fuera de la situación o persona por quien estamos orando.


Los ruidos o movimientos o gestos hechos por quien se reza, no deben de causarnos miedo, aunque nos tiemblen los pies, esto es natural, pero no debemos interrumpir nuestra oración haciendo diálogo con el enemigo.


Nuestra fe debe de permanecer firme en el Poder de Dios que va a traer liberación a un alma que sufre.


En aconsejable hablar con la persona en cuestión y hacerle sentir arrepentimiento de sus pecados y hacerle afirmar su fe en el Poder de Cristo para su liberación, claro que también se pueden hacer estas oraciones por otra persona a cualquier distancia y con la misma efectividad, pues no tenemos ningún poder o santidad, es Dios que hace su trabajo al escuchar nuestra oración sincera y llena de fe.


Es muy importante no dejarnos llevar de la curiosidad al tener este encuentro con el demonio, al fin y al cabo somos hijos de Dios, creados en su imagen; el demonio también es una creación de Dios y no nos debe de impresionar, el actúa de acuerdo a su naturaleza maligna, nosotros oramos de acuerdo al Espíritu de Dios que nos lleva a buscar su Gracia.




Oración a San Miguel Arcángel: San Miguel Arcángel, defiéndenos en la hora de la batalla, que seas nuestro resguardo en contra de la maldad y de las trampas del demonio, que pueda Dios restringirle, nosotros humildemente te rogamos y que puedas tú, O Príncipe de la Multitud Celestial, por el poder de Dios, arrojar al infierno a Satanás y a todos los malos espíritus que rondan por el mundo, buscando la ruina de almas. Amen.  




La imposición de manos


Desde tiempos remotos existen noticias y testimonios que nos hablan del poder de sanación de las manos. Cuando nos damos un golpe, lo primero que hacemos, el primer gesto y el más instintivo, es llevarnos una mano a la zona dolorida. Cuando un niño pequeño se cae o se golpea, amorosamente le ponemos una mano sobre el lugar afectado y le consolamos. Es un hecho más que constatado que, cuando una persona impone amorosamente sus manos sobre la zona dolorida de un enfermo, consigue irradiar un poder desconocido que hace que, al menos, se mitigue su dolor. El Nuevo Testamento nos ha transmitido muchas noticias que nos hablan de la capacidad de sanación de Jesucristo, poder que materializaba imponiendo sus manos a los enfermos. Esos mismos textos nos hablan, igualmente, de cómo gracias a la imposición de manos, los primeros cristianos recibían el conocimiento y la fuerza del Espíritu Santo.


Así pues, no es aventurado afirmar que la imposición de manos es uno de los métodos de curación y sanación más antiguos, conocidos y populares. En el antiguo Egipto ya hallamos pruebas de su existencia, como en el papiro Ebers, datado hacia el 1552 a.C., donde se describe a esta técnica como un tratamiento médico utilizado en aquellos tiempos.


La imposición de manos es la manera más común de recibir el don divino de la sanación; también es parte fundamental de la denominada sanación o curación espiritual. Fue, como ya se ha indicado, uno de los métodos para curar que Jesús y posteriormente los apóstoles y sus discípulos, utilizaron. Más adelante, en el Cristianismo se convirtió en una práctica común, así como el predicar, el administrar los sacramentos o impartir la bendición con el agua bendita y/o con el aceite (óleo) consagrado.


En Lucas 4:40 se nos informa de cómo Jesús usaba este método: “Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían sobre él; y él poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba.” Asimismo, en Marcos 16: 17-18, leemos: “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”.


Este último pasaje del Nuevo Testamento, en el Evangelio de Marcos, es para nosotros muy importante y significativo. En él se hace referencia, con toda claridad, “a los que creen”. En otras palabras, esto significa que - todos los que son creyentes- pueden imponer las manos sobre otros, siempre y cuando se haga con la intención de sanar y por tanto, de ayudar al prójimo.


 “Alguien me ha tocado, pues yo he sentido que una fuerza ha salido de mí.” (Lucas 8,46)


Ejemplos de la imposición de manos en el N.T.- Jairo pide a Jesús: “Mi hija está a punto de  morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se cure y viva” (Mc  5,23). Le presentan al sordomudo de la Decápolis “y le ruegan que  imponga sus manos sobre él” (Mc 7,32), y asimismo al ciego de Betsaida: “le impuso las manos y le preguntó… después le volvió a poner las manos  en los ojos y comenzó a ver perfectamente” (Mc 8,23-25). Era el gesto  más repetido en las curaciones. Pablo, que fue curado precisamente por la imposición de manos por parte de Ananías (Hch 9,17), curará a su vez al padre de Publio: “Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó.” (Hch 28:8).


Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. (Mr 6:5). Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima. (Mr 7:32). Y tomándole aparte de la gente, metió los dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua. (Mr 7:33). Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios. (Lc 13:13).


¿Deben los laicos imponer manos cuando oran por alguien?


Pbro. J.A. Fortea:


No hay ninguna razón para prohibir que se impongan las manos, mientras se ora para pedir a Dios que devuelva la salud a alguien o para pedir cualquier otra cosa. Tampoco hay ningún peligro en hacerlo, como muchos creen. Aunque considero que éste es un gesto sacerdotal, y que por eso es preferible que sólo lo hagan los clérigos. Pero se trata sólo de una recomendación.


Claro que si se decide que durante la oración se impongan las manos, suelo aconsejar que sea toda la comunidad la que imponga las manos, y no solo una persona, para evitar así protagonismos. Todos desde su sitio pueden extender la mano hacia la persona por la que se va a orar, o pueden formar un círculo alrededor de ella. Pero quede claro que imponer la mano no confiere más poder a la oración, se trata sólo de un símbolo. Por eso no aconsejo que los laicos impongan las manos, porque se trata de un gesto eminentemente sacerdotal. Si uno no tiene un don en las manos, imponer las manos es indiferente, pues lo que sana no es la mano, sino la oración dirigida a Dios.


Ahora bien, hay personas que tienen dones en las manos. Ellos sí que deben imponer las manos, puesto que Dios ha querido ligar el acto de sanación a la imposición de manos.


Se sabe que se tiene un don en las manos, cuando al imponerlas la persona sobre la que se ora siente una energía o un calor que sale de las manos del sanador. Ese calor muchas veces penetra hacia dentro. No importa que aquel por el que se ora lleve ropa encima, se trata de un calor que no es material.









¿Qué son dones, carismas y frutos del Espíritu Santo?





Un don es algo dado por otro libre, gratuita y benévolamente.





Recurriendo al Catecismo de la Iglesia Católica, podemos ver que al hablar de "dones" se refiere a aquellos "regalos" que nos da el Espíritu Santo. Los Dones son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo.





Se dice que son hábitos sobrenaturales pues los dones para que sean permanentes o se mantengan han de tener la forma de hábitos. Dado que se trata de realidades sobrenaturales han de ser infundidas por Dios en el alma. En la teología escolástica suele aclararse que los dones son infundidos en las “potencias del alma” indicando con ello las facultades superiores (entendimiento, voluntad, memoria) que reciben un hábito que les permite responder con mayor facilidad y secundar las mociones propias del Espíritu Santo o gracia actual. La facultad los recibe “pasivamente” pero ha de actuarlos: es decir, no quitan la libertad ni la cohíben. 


Los dones de santificación son aquellas disposiciones que nos hacen vivir la vida cristiana completando y llevando a su perfección las virtudes en nuestras vidas. Estos son siete y la Iglesia se refiere a ellos como "los dones del Espíritu Santo". Estos dones se recibieron en el Bautismo y son como "regalos sin abrir"; luego, en la Confirmación, volvemos a recibir una efusión del Espíritu para desarrollarlos.





El Profeta Isaías anunció que el Espíritu de Dios traerá a quien le es fiel, siete preciosos regalos o dones (Is. 11,2).





Dones del Espíritu Santo:





Para que el cristiano pueda luchar, el Espíritu Santo le regala sus siete Dones, que como se dijo son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu.





1.    Sabiduría: Nos hace comprender la maravilla insondable de Dios y nos impulsa a buscarle sobre todas las cosas y en medio de nuestro trabajo y de nuestras obligaciones. Sabiduría es ver sabiamente las cosas, no sólo con la inteligencia sino también con el corazón, tratando de ver las cosas como Dios la ve y comunicándolas de tal manera que los demás perciban que Dios actúa en nosotros: en lo que pensamos, decimos y hacemos.


2.    Inteligencia o Entendimiento: Con este Don nos permite conocer y comprender las cosas de Dios, la manera cómo actúa Jesucristo, descubrir inteligéntemente, sobre todo en el Evangelio, que su manera de ser y actuar es diferente al modo de ser de la sociedad actual. El Don de la Inteligencia nos descubre con mayor claridad las riquezas de la fe; es una luz especial que puede llegar a todas las personas y muchas veces tiene sus frutos en los niños y en la gente más sencilla.


3.    Consejo: Nos señala los caminos de la santidad, el querer de Dios en nuestra vida diaria, nos anima a seguir la solución que más concuerda con la gloria de Dios y el bien de los demás. Nos ayuda a discernir y decidir a la luz de la voluntad de Dios. El Don de Consejo nos ayuda a enfrentar mejor los momentos duros y difíciles de la vida, al mismo tiempo que nos da la capacidad de aconsejar, inspirados en el Espíritu Santo, a quienes nos piden ayuda, a quienes necesitan palabras de aliento y vida.


4.    Fortaleza: Este Don concede al fiel ayuda en la perseverancia, es una fuerza sobrenatural que nos alienta continuamente y nos ayuda a superar las dificultades que sin duda encontraremos en nuestro caminar hacia Dios. El ejemplo de Jesucristo, su pasión y su muerte, debe ser para nosotros un auténtico testimonio de fortaleza que nos ha de llevar a superar nuestra debilidad humana.


5.    Ciencia: Es el Don del Espíritu Santo que nos permite acceder al conocimiento, a descubrir la presencia de Dios en el mundo, en la vida, en la naturaleza, en el día, en la noche, en el mar, en la montaña. El Don de Ciencia nos lleva a juzgar con rectitud las cosas creadas y a mantener nuestro corazón en Dios y en lo creado, en la medida en que nos lleve a Él.


6.    Piedad: El corazón del cristiano no debe ser ni frío ni indiferente. El calor en la fe y el cumplimiento del bien es el Don de la Piedad, que el Espíritu Santo derrama en nuestras almas, permitiéndonos acercarnos confiadamente a Dios, hablarle con sencillez, abrir nuestro corazón de hijo a un Padre bueno del cual sabemos que nos quiere y nos perdona.


7.    Temor de Dios: Nos induce a evitar el pecado porque ofende a Dios. Cuando se descubre el amor de Dios lo único que deseamos es hacer su voluntad y sentimos temor de ir por otros caminos. En este sentido existe temor de fallarle y causarle pena al Señor, no se trata de ninguna manera, de tenerle miedo a Dios, sino más bien de sentirse amado por Él y corresponderle. Con este Don tenemos la fuerza para vencer los miedos y aferrarnos al gran amor que Dios nos tiene.


  


Los carismas:





Además de los dones, el Espíritu Santo nos da "carismas", de los que habla San Pablo: "Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común..." (I Corintios 12:4-13).





Los carismas son como herramientas. A todos se nos da la gracia pero a cada uno carismas diferentes según nuestra misión. Estos se pueden usar bien o mal. No son condición ni garantía de santidad. Ya que Dios nos creó libres, los carismas se pueden usar bien o mal. Se puede dar el caso de alguien que tenga grandes dones como el don de la palabra, sanación, lenguas, etc., pero no viva en gracia, como fue el caso del hijo pródigo que partió de la casa paterna a malgastar los bienes entregados por él.





Hoy en día el Espíritu Santo derrama gracias extraordinarias sobre todo en los grupos de oración, o en los grupos donde se ora. Y Dios que es libérrimo en todas sus acciones, distribuye a cada uno sus dones, según su voluntad” (1ª Cor. 12, 11).





Entre estas gracias especiales se encuentran los llamados “Carismas”, algunos de ellos listados por San Pablo (1ª Cor. 12, 4-11). Son éstos, dones extraordinarios que el Espíritu Santo derrama en la Iglesia, para el bien de la Iglesia y de las personas, y para reavivar la fe en las diferentes comunidades eclesiales.





Y respecto de los carismas, nos dice el Concilio Vaticano II que para realizar la evangelización el Espíritu Santo da a los fieles (cf. 1ª Cor 12, 7) dones peculiares, distribuyéndolos a cada uno según su voluntad (1ª Cor. 12, 11)” (AA 1-3).





Es así, entonces, como para ayudar en el servicio al prójimo y sobre todo en la difusión del mensaje divino de salvación, pueden surgir en algunos orantes - como un auxilio especialísimo del Señor - los carismas o dones carismáticos, llamados por los Místicos “gracias extraordinarias” y por el Concilio “dones peculiares”, que son dados para utilidad de la comunidad, pues su manifestación está dirigida hacia la edificación de la fe, como auxilio a la evangelización y como un servicio a los demás (es el caso de la liberación y sanación), tal como lo indica San Pablo y como nos lo recuerda el Concilio.





En síntesis, los Carismas son, pues, dones espirituales, que Dios da como un regalo y que no dependen del mérito ni de la santidad de la persona, ni tampoco son necesarios para llegar a la santidad. Sin embargo, al usarlos como un servicio al prójimo, de hecho, se produce progreso en la vida espiritual, pero no por el Carisma en sí, sino por el acto de servicio.





En cuanto a los Carismas, hay que tener muy presente no caer en actitudes equivocadas:


a.    Desecharlos por incredulidad o falta de sencillez espiritual, o ahogarlos por temor. A tal efecto nos dice San Pablo: No apaguen el Espíritu, no desprecien lo que dicen los profetas. Examínenlo todo y quédense con lo bueno(1ª Tes. 5, 19-21).


b.    Considerarlos lo más importante en la oración o en la evangelización. Los Carismas son sólo auxilios en la evangelización, para despertar y fortalecer la fe de aquéllos en medio de los cuales se manifiestan estos dones extraordinarios del Espíritu de Dios.


c.    Considerarlos como propios de la persona a través de la cual se manifiestan. Los carismas no se poseen, ni tampoco puede decirse que éstos poseen a la persona. Como todo don de Dios, son de Dios. Es Dios actuando a través de la persona que se deja poseer por el Señor, que es Quien actúa a través de esa persona. La persona viene a ser instrumento de Dios. Y así como no puede decirse que la música es del instrumento a través del cual esa música suena, tampoco puede decirse que el carisma es de la persona a través de la cual se manifiesta.





 Frutos del Espíritu Santo:





Los "frutos" son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce:





1.    Caridad: El acto de amor de Dios y del prójimo.


2.    Gozo espiritual: El que nace del amor divino y bien de nuestros prójimos.


3.    Paz: Una tranquilidad de ánimo, que perfecciona este gozo.


4.    Paciencia: Sufrimiento sin inquietud frente a la adversidad; moderar los excesos de tristeza.


5.    Longanimidad o Perseverancia: Firmeza del ánimo en sufrir, esperando los bienes eternos. Impide el aburrimiento o la pena que provienen del deseo del bien que se espera o de la lentitud o duración del mal que se sufre.


6.    Bondad: Dulzura y rectitud del ánimo; inclinación que lleva a ocuparse de los demás y a que participen de lo que uno tiene.


7.    Benignidad: Ser suave y liberal, sin afectación ni desabrimiento. Manejar a los demás con gusto, cordialmente, con alegría.


8.    Mansedumbre: Refrenar la ira y tener dulzura en el trato.


9.    Fe: Exacta fidelidad en cumplir lo prometido.


10. Modestia: La que modera y regula en el hombre sus acciones, palabras, sus gestos.


11. Continencia o Templanza: La que modera los deleites de los sentidos.


12. Castidad: La que refrena los deleites impuros.





¿Cuáles son los dones extraordinarios?


Pbro. J.A. Fortea:


Los dones extraordinarios que puede conceder Dios son muchísimos y muy variados. Los tratados de mística traen largas listas, algunos tan inusuales como la capacidad de reconocer si algo está bendecido o no (hierognosis) o la capacidad de vivir sin comer (inedia). Sin embargo, en los grupos de oración los dones que se suelen dar en mayor o menor medida son los nueve carismas de los que habla San Pablo en su I Carta a los Corintios: sabiduría, ciencia, discernimiento de espíritus, milagros, don de sanación, fe, profecía, don de lenguas, e interpretación de las lenguas.


Hay que dejar claro que sólo los milagros, las curaciones y la revelación de las cosas ocultas, tienen un carácter de señal para los no creyentes. El resto de dones edifican a los que están en la comunidad, pero no sorprenderán al no creyente.





¿Qué hay que hacer para que en un grupo haya dones?


Pbro. J.A. Fortea:


Lo único que se puede hacer es suplicarlos al Espíritu Santo. Pero no se trata de una relación automática: pido, se me concede. Es Dios quien decide si es conveniente o no. De todas maneras, la experiencia ha demostrado que es muy bueno que alguien con dones vaya un día a una comunidad, ore e imponga manos. Dios puede dar las cosas directamente, pero muchas veces le gusta conceder las cosas a través de sus instrumentos.





¿Cómo saber si un don es verdadero?


Los dones de hacer milagros, de curación, de conocer lo oculto, de profecía se prueban así mismos, las obras que resultan de ellos o las palabras dichas son la mejor evidencia acerca de si existe o no ese don. Pero el resto de los dones deben ser discernidos por la comunidad o por los que hacen cabeza en esa comunidad. Hay personas que creen poseer dones, y confunden su deseo con la realidad. Creen que cualquier cosa que les viene a la mente es una inspiración. Muchas veces sólo el tiempo logra poner luz acerca del carácter extraordinario o no de un supuesto don.


Mientras no nos conste la veracidad o no de un don, debemos reservar nuestro juicio. Creemos en la fe de la Iglesia, no en que todos y cada uno de los que dicen tener un don realmente lo tengan.


Es fácil saber si alguien tiene el don de curación, con sólo ver si hay curaciones. Es fácil saber si alguien tiene el don de profecía, con ver si se cumple lo que dice; salvo que las profecías sean muy a largo plazo, cosas que a veces ocurre y que hace que no sea tan fácil discernir en poco tiempo ese don. Pero más complicado resulta saber si alguien tiene el don de lenguas.


Respecto al don de lenguas se puede dejar que cada uno ore como quiera, mientras no haga nada que vaya más allá de lo razonable. Hay que dejar claro que muy pocas personas tienen el don de lenguas como un don desarrollado a través del cual el Espíritu Santo dice lo que quiere. La mayor parte de las personas sólo repiten unas pocas palabras o frases, lo cual no significa que el Espíritu Santo no esté orando a través de ellas. Tienen el don, pero en su más mínima expresión. Aun así, la persona que tiene el don, tiene que notar que se le desata la lengua, que no es ella la que decide qué decir, sino que es usada como instrumento de Dios. En algunas personas no será posible discernir al 100% la autenticidad del don, por la limitada variedad de lo que dicen, así como en otras personas es evidente que hablan lenguas que ellos no conocen, pero que otros sí que han podido traducir.


Que Nuestro Señor los bendiga y los proteja.


In Nomine Dei Patri


San Benito, protégenos.

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